Ayer hubo elecciones en Alemania y Angela Merkel obtuvo una nueva victoria, aunque perdiendo un buen porcentaje de votos que es especialmente acusado en la rama bavara de su partido. Los socialdemocratas (SPD) obtienen los peores resultados de su historia quedándose con un 20% de votos. La gran noticia es, indudablemente, la entrada en el parlamento del partido ultraderechista AfD. No se puede negar que el origen de una buena parte de estos resultados hay que buscarlo en la entrada masiva de solicitantes de asilo, alentada por la permisividad que hizo gala el Gobierno de Merkel. Aunque las intenciones fueron buenas seguramente hay que recordar ese refrán que dice que el camino al infierno esta pavimentado con buenas intenciones. El gran numero de demandantes de asilo llegados a Alemania ocasiono problemas de convivencia así como miedo y rechazo de una buena parte de la población; los intentos por enmascarar esos problemas solo sirvieron para aumentar el malestar de un buen numero de alemanes y los resultados están ahí: el descenso de votos para Merkel y el aumento de apoyos para AfD cuyo único programa electoral parece ser precisamente oponerse a las políticas de asilo de Merkel. El SPD seguramente cayo victima de su coalición de Gobierno que lo dejo difuminado y sin una identidad propia. Seguramente gracias a los socialdemocratas se implantaron buenas decisiones políticas, pero seguramente también el merito se atribuyo en exclusiva al partido de la Canciller. Una nueva prueba de la desconexion de los gobernantes europeos con las preocupaciones de sus votantes de que la que acaba aprovechándose la extremaderecha al no verse capacidad de respuesta de los partidos democráticos. En las elecciones alemanas hay unas cuantas lecciones que se deberán aprender antes de que sea demasiado tarde.
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