En nuestro país estamos inmersos en una gravísima crisis económica que coincide con un creciente desencanto hacia los poderes e instituciones, así que es tremendamente preocupante el hecho de que uno de los tres poderes fundamentales del Estado de Derecho - el Poder Judicial- se haya embarcado en una guerra desigual contra un juez. Una guerra que más parece un linchamiento del juez Garzón, uno de los jueces más prestigiosos de España quien ha luchado contra ETA, los GAL, el narcotráfico, las mafias instaladas en nuestro suelo, la corrupción política, los delitos de guante blanco e, incluso, contra los dictadores argentinos o Pinochet. Pero en los últimos tiempos pretendió investigar, de forma más simbólica que otra cosa, los crímenes cometidos por el franquismo, lo que desató una auténtica caza de brujas encabezada por una cúpula judicial muy conservadora y a menudo ligada al propio franquismo utilizando las denuncias de gente vinculada con el más rancio fascismo. A ellos se han unido quienes no le perdonan su papel en destapar la trama Gürtel o los que tienen con él viejas cuentas pendientes, personales, políticas o profesionales.
Esperemos que esta persecución no tenga éxito porque no estamos para aguantar muchas más desilusiones ni más desprestigios del estado