Estos son los días estelares de los Premios Príncipe de Asturias, con los premiados del año participando en innumerables actividades que culminan en la Gala de entrega de los Premios en el Teatro Campoamor.
Poco a poco, año a año, los Premios Príncipe de Asturias van afianzando su espacio entre los premios importantes de España e, incluso, entre los internacionales. Desde luego son algo de lo que los asturianos podemos estar bien orgullosos.
Durante unos años -entre 1999 y 2007- participé como jurado en la categoría de Deportes, un premio que goza de gran proyección social por la relevancia que los deportistas tienen en nuestra sociedad. Era un jurado emocionante ya que, en contra de lo que algunos podrían pensar, no estaba nada decidido de antemano. Podía haber algún favorito, pero eso no implicaba que fuese a ser el ganador ya que de haber existido alguna presión por parte de la Fundación -que no la hubo-, ninguno de los miembros de aquel jurado era muy dado a aceptarlas. Allí estaban unos cuantos periodistas deportivos acostumbrados a ser casi mariscales de campo, representantes de entidades que financiaban los Premios, algún deportista famoso y el ocasional político.
Hubo tres años difíciles, cuando los flamantes premiados no aparecieron a recoger el galardón: Lance Armstrong, Carl Lewis y Martina Navratilova. Grandes ídolos para quienes el Premio significaba muy poco, tanto para su curriculum como para su ego, así que no hicieron el esfuerzo de venir hasta Oviedo. Pensando en estas situaciones se procuraba afinar en las deliberaciones, procurando favorecer a aquellos cuya asistencia estuviese más o menos garantizada. Quizá éste fuese el único condicionante a la hora de elegir un ganador.
Muy a menudo se concedió el Premio a algún deportista con muchas victorias a sus espaldas, sin hacer demasiado hincapié en sus aportaciones en ámbitos más humanitarios. Incluso se llegó a dar a algún conocido evasor de capitales.
Lo mejor de estar en el jurado era tener la oportunidad de conocer a mucha gente importante del mundo del deporte: Miguel Indurain, extraordinariamente tímido con el que era casi imposible hablar aunque fuese de ciclismo; Arantxa Sánchez-Vicario, muy simpática aunque no intervenía demasiado en las deliberaciones; Juan Antonio Samaranch, de oscuro pasado político pero hombre serio y eficaz. Me tocó vivir la caída en desgracia de personas como Herminio Sánchez o José María García, así como el continuo desfile de Secretarios de Estado para el Deporte.
Las discusiones dentro del jurado siempre eran de guante blanco... a no ser que algún candidato estuviese relacionado con el Real Madrid o el Barça, lo que provocaba una inmediata y radical división entre los miembros.
Un premio que disfruté especialmente fue el que se concedió a Fernando Alonso. Aunque, al final, se decidió por unanimidad hubo mucha marejada porque otro de los candidatos contaba con muy muy muy importantes apoyos. Pero acabó quedando claro que Fernando era, sin duda, el mejor de los candidatos... aunque a alguien le cayó una bronca monumental por no haber impuesto el súper-apoyado aspirante.
Este año el Premio va a la pertiguista Yelena Isibayeva, no muy conocida pero una de las mejores atletas de los últimos tiempos y muy hábil en la dosificación de sus records. Y de las dotaciones en metálico que conllevan. Enhorabuena.
Lamentablemente estos serán los últimos Premios de Graciano García, Director de la Fundación Príncipe de Asturias y una de sus imágenes más conocidas. Ya hace un par de años se fue Natalio Grueso, pieza fundamental en el afianzamiento de los Premios Príncipe de Asturias, él y su agenda de oro se incorporaron al proyecto del Niemeyer en Avilés. Sin duda un buen fichaje para la ciudad