Demolición de "El Frailín". La Voz de Asturias. Foto de Isabel Permuy
Al hilo de todas las noticias sobre abusos y malos tratos a niños que inundan los medios estos días, no puedo menos que acordarme de mi propio infierno infantil.
Entre los 6 y los 11 años, más o menos, estudié en la ya desaparecida "Academia Mercantil" de La Felguera, más conocida como "El Frailín" ya que su propietario había sido fraile. Era un centro privado con un cierto prestigio en la Cuenca del Nalón, aun me pregunto por qué. No sé cual sería su situación legal por aquel entonces pero teníamos que examinarnos en un Instituto para que nuestros estudios tuviesen alguna validez, imagino que, en gran parte, debido a que los profesores carecían de cualquier titulación (puede que en artes marciales). No es broma, daba clase de latín un tipo que había sido seminarista y de matemáticas un currante de la Caja de Ahorros ¿El ideario educativo del centro? Estaban entusiásticamente adscritos a esa innovadora corriente pedagógica conocida como "La letra con sangre entra".
Los malos tratos físicos eran continuos y brutales: palizas, puñetazos, patadas, tortazos, golpes con varas... Los psicológicos no se quedaban atrás y continuamente teníamos que soportar presiones, insultos, burlas, amenazas o quedarnos allí encerrados hasta las 10 de la noche. Siempre recordaré que el primer día que llegue allí iba llorando y el propio Frailín, en persona, me arreó tal bofetada que todavía me duele.
En la España negra de aquellos años este tipo de "educación" debía de estar muy asumida, ya que sólo recuerdo un padre que protestase: un minero que se quejo airadamente porque a su hijo le habían dado una paliza y lo habían dejado con la cara llena de sangre, sin que nadie lo atendiese. Ni que decir tiene que aquel hombre se convirtió en un héroe para todos nosotros por enfrentarse a semejantes energúmenos.
Cuando vine a vivir a Gijón y fui a estudiar al Instituto de La Calzada y a la Escuela de Maestría Industrial pude conocer una realidad muy distinta, pero tardé mucho en perder el gesto instintivo de protegerme de los esperados golpes cada vez que se me acercaba un profesor, fruto del terror que viví durante esos años. Aun hoy tengo alguna que otra pesadilla.
Recordar todo esto no me resulta en absoluto agradable, pero estoy convencido de que no hay que olvidar del todo los momentos malos para evitar que se repitan.
¿Lo más incomprensible para mí? Hay gente que todavía celebra reuniones de antiguos alumnos de "El Frailín". Supongo que algo así como Síndrome de Estocolmo porque sino no me lo explico