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lunes, 24 de octubre de 2011

El principio del fin de la violencia

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 Soy de los que se creen el anuncio de ETA dando por finiquitada la lucha armada, o sea: cesando en su actividad terrorista. Me parece una gran noticia y lo digo habiendo conocido a alguna víctima mortal de ETA, también sabiendo del terror con que vivían en el País Vasco las personas que militaban en el PSOE, el PP o simplemente no sintonizaban políticamente con el independentismo o con ETA. O las personas que trabajaban para mantener el Estado de Derecho: policías, guardias civiles, militares… Todos los que se oponían a ETA y sus asesinatos, secuestros, extorsión, incendios de las Casas del Pueblo, actos vandálicos en las calles…

Fueron años de terror para miles de demócratas, muchos de ellos vascos que aprovechaban el mínimo respiro de los fines de semana para irse a comunidades vecinas e intentar vivir una apariencia de normalidad con los suyos, olvidándose por unas horas de que podían meterles una bala en la nuca o ponerles una bomba en el coche, sin la sensación de estar permanentemente vigilados por los chivatos de ETA que seguramente vivían en su propio portal, solos, abandonados como apestados por sus vecinos. Otros muchos ni siquiera podían hacer esto y tuvieron que huir del País Vasco, abandonarlo todo y marcharse de su tierra para poder salvar la vida.

Años de terror que costaron casi 900 muertos, ni se sabe cuántos heridos, exiliados o personas con secuelas en su salud mental. Yo asistí a los entierros de algunos compañeros asesinados por ETA y siempre volvía con una sensación de pena: por una parte el lógico dolor de enterrar a compañeros asesinados por defender la libertad, pero además no era menos doloroso ver lo poco que le importaba a la sociedad vasca, los escasísimos vecinos que se acercaban a consolar a la familia, la ausencia de una solidaridad elemental, la falta de la más mínima humanidad hacia aquellas personas que habían dado la cara por los demás, incluso por los cobardes que se escondían detrás de las puertas y ventanas cerradas al paso del cortejo fúnebre. En aquellos momentos, los que éramos de fuera del País Vasco, entendíamos cómo era que ETA campaba a sus anchas, cómo el terror había hecho mella en toda una sociedad.

Parece que la situación había mejorado en los últimos años y cada vez más vascos se oponían a los terroristas y participaban en las manifestaciones contra ETA, uno de los factores que los obligaron a abandonar la violencia. Eso y el impecable trabajo de la policía y algunos jueces (incluido Garzon, hoy tan criticado por algunos) además de, por qué no decirlo, también del buen hacer de Rubalcaba. Tampoco se puede negar lo mucho bueno que aportó el Gobierno Vasco presidido por Patxi López, en el que están presentes el PSOE y el PP.

Ahora queda esperar que el País Vasco vuelva poco a poco a la normalidad democrática, que la sociedad vasca rinda el muy debido homenaje y manifieste su agradecimiento a los que murieron o sufrieron tanto por dar la cara frente al terror de ETA. Eso me parece aún más importante y urgente que esperar a que los etarras y sus colaboradores pidan perdón a las víctimas. Mi credulidad no llega a tanto como para suponerles la más leve sinceridad.

martes, 18 de octubre de 2011

Primarias

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Estos días el Partido Socialista Francés estuvo inmerso en el proceso final de elecciones primarias, dos millones de militantes y simpatizantes eligieron a Hollande como candidato socialista para la Presidencia de Francia. Uno, que lleva muchos años en el PSOE, ve este proceso con mucha envidia y un punto de cabreo. Envidia al no entender por qué en mi partido no existe ese mecanismo básico de democracia interna, en un partido que siempre luchó por la democracia y en un país democrático desde hace 33 años. Cabreo al ver que lo habitual en mi partido es que los candidatos –tanto a cargos internos como a las instituciones- son designados por un número muy reducido de militantes, mientras la gran mayoría no tenemos ni voz ni voto en la designación de las personas que deberían representarnos y menos aún en la elaboración de los programas electorales.

No deja de ser chocante que los partidos políticos españoles sufran de serias carencias de democracia interna, siendo como son un pilar muy importante para la propia existencia del régimen democrático. Y viviendo como viven de subvenciones públicas. Una situación de completo sinsentido para con la ética democrática, que debería estar regulada por una ley en concordancia con la Constitución.

Espero que en el PSOE alguien abandere muy pronto la generalización de la elección directa por los militantes de los dirigentes y los representantes en las instituciones. Sería bueno no solo para el mejor funcionamiento del partido, sino también para los ciudadanos españoles que tendrían unos representantes de mayor nivel y capacidad. Desde luego para quien no sería bueno es para las nomenclaturas de los partidos, que siempre ven estos procesos democráticos como un elemento de inestabilidad interna. Como lo demuestra una vez más lo que está pasando en Francia, creo que es justamente lo contrario: es afianzar la organización, dar una representatividad interna real mediante el debate público de sus militantes y simpatizantes, reforzar los ideales acercándolos a los deseos y necesidades de la gente. Son imprescindibles debates profundos en los que participe todo el que esté interesado y que no estén limitados a las conferencia o Congresos, en los que un número muy reducido de militantes (básicamente designados por los aparatos) decidan programas y candidaturas a menudo muy alejados de los intereses reales de la mayoría de los militantes y, por lo tanto, de los ciudadanos.

A ver si el proceso de democratización interna se inicia en el PSOE cuanto antes, por coherencia democrática y por eficacia, antes de que el partido llegue a estar en tal situación de quiebra que ésta sea la única posibilidad de regenerarlo. Que entre aire fresco en la organización y sobre todo ideas nuevas, pero para conseguirlo tenemos que participar todos: los que llevamos muchos años y los recién llegados, sin vetos ni exclusiones.