Antes de acometer las obras de rehabilitación, se le da una capa de maquillaje al viejo y decrépito teatro, apuntalando algunas partes fundamentales de la estructura e intentando controlar el zoo en que se había convertido: aves, ratones, gatos... Y así se empieza a usar para algunas actividades, no muchas porque las condiciones seguían siendo lamentables. Esa corta programación se convirtió en un ensayo de lo que queríamos que fuese el Teatro Jovellanos: abierto, plural, de calidad, contando con los
artistas locales y regionales... En aquel "ensayo de programación" pudimos contar con
Paco de Lucía, la Compañía Lírica Española, Julio Bocca, Laurie Anderson, la Orquesta Philip Glass, Michael Nyman, Els Comediants y otros. El resultado fue espectacular por la respuesta del público y disipó las posibles dudas sobre el acierto de recuperar el Teatro para la ciudad.
Pero ya era urgente acometer la rehabilitación, que casi suponía hacer un teatro nuevo. Las obras empezaron en el 93 y terminaron en el 95. Fueron dos años de obras muy complejas y delicadas; por si fuera poco llenas de problemas administrativos, como la compra de parte del patio interior, imprescindible para la ampliación del escenario. También muchas sorpresas desagradables, la peor de las cuales fue descubrir, al construir el nuevo escenario, que los edificios del perímetro prácticamente carecían de cimentación. El Ayuntamiento hizo el esfuerzo extra de solucionarlo aunque, a pesar de ello, algunos vecinos arrojasen todo tipo de basuras a los trabajadores de la obra.
Otro de los grandes retos fue la complejidad de la estructura del escenario, teniendo que introducir todos los materiales mediante una enorme grúa situada en el exterior del edificio. Las obras permitieron multiplicar por tres la superficie del escenario así como montar una tramoya que era supermoderna en aquellos momentos; también se
instalaron luces, telón cortafuegos, concha acústica y muchos otros elementos
Un problema también muy complejo, aunque aparentemente anecdótico, fue la discusión sobre si mantener o no las antiguas butacas; butacas ciertamente muy guapas aunque incómodas... incomodidad que, como pudimos comprobar los espectadores, fluctuaba en función de la calidad del espectáculo. Además de todo esto, se rehabilitó la fachada, se creó un foso y una zona de ensayos... Prácticamente se construyó un teatro nuevo, con un coste total de casi 1.800 millones de pesetas y que mereció un premio nacional de rehabilitación
Por fin se reinaugura con una actuación de Alfredo Kraus y la OSPA y continúa su andanza siempre bajo el criterio de la pluralidad y la calidad, así como de servir de estímulo y fomentar las artes escénicas a través de coproducciones y producciones propias.
Creo que el tiempo ha dado la razón más que sobradamente a aquella arriesgada decisión del Ayuntamiento de Gijón. A pesar de todos los problemas y esfuerzos, el Teatro Jovellanos es hoy una instalación sólidamente imbricada en la vida de la ciudad y nos ha permitido vivir momentos y experiencias inolvidables. Ahora a esperar por la culminación de su inminente lifting que volverá a dejarlo, una vez más,
como nuevo