El viernes, día 27, en el diario "El Comercio" de Gijón fueron tan amables como para publicarme algo que escribí sobre la corrupción
Ya sé que no parece lúcido decir que la corrupción no está generalizada con la que está cayendo, con todos los casos que están afectando al PP en Madrid y Valencia, por no hablar de la esperpéntica historia del espionaje madrileño o lo que se está descubriendo en tantos ayuntamientos de nuestro país. Pero después de pasar muchos años como representante político -en el Ayuntamiento de Gijón y el Principado de Asturias- estoy convencido de que la corrupción no es un mal tan generalizado como algunos piensan. Lo terrible es que ese grupo de políticos, funcionarios y empresarios corruptos, aunque poco numeroso muy activo, desprestigia profundamente el sistema democrático ya que provoca una injusta desigualdad en los derechos. Por no hablar del cabreo.
El urbanismo movió mucho dinero e influencias con innumerables planes generales que creaban mucho suelo edificable y, por lo tanto, mucho dinero. Algunos políticos y funcionarios vieron pasar todo ese dinero por delante de sus narices y cayeron en la tentación. Este parece ser el caso de Ovidio Blanco en Gijón, una persona que dirigió durante muchos años el urbanismo gijonés. Estos días los medios de comunicación nos han informado de sus operaciones de especulación con unos terrenos en Cabueñes, hechos que ha confirmado con total desfachatez él mismo. Hechos más que dignos de repulsa, especialmente en un funcionario público.
Los partidos políticos, como las administraciones, deben perseguir con contundencia la corrupción, porque si no corre el riesgo de ir creciendo con la consiguiente amenaza para nuestra sociedad. Una de las mejores armas contra esta lacra son controles serios y efectivos en las administraciones públicas, unos interventores con recursos y una fiscalía anticorrupción con el personal especializado necesario. Obviamente, también, unos medios de comunicación fuertes e independientes, que no dependan para su supervivencia de las campañas publicitarias institucionales. Y unos partidos políticos que persigan la corrupción permanentemente con comisiones de control, que ajusten sus gastos, aumenten la transparencia de sus cuentas y potencien la democracia interna.
Conclusión: no hay tanta corrupción como pueda pensar mucha gente, pero cuando aparezca hay que ser muy contundentes y aplicar los mecanismos de control con todo rigor. En la administración pública y en la sociedad. Lo que debería incluir la vergüenza de las primas y sueldos escandalosos que se embolsan los directivos de los bancos y grandes empresas que están recibiendo ayudas de fondos públicos.
Sigo creyendo firmemente que los partidos políticos son un elemento fundamental para la democracia, yo sigo militando en el PSOE como lo hice los últimos 35 años. Ningún chorizo va a echarme ni quitarme esa convicción